Una característica de la Semana Santa es que la celebración de la Pasión, desde su perspectiva más popular, se hace siempre a través de cultos externos. Junto a los desfiles por las calles, es costumbre en Baena la presencia de determinadas figuras bíblicas y alegóricas (algunas de ellas sacadas incluso de los evangelios apócrifos), así como de representaciones que narran distintos pasajes de la historia sagrada. Las calles y plazas de la población serán protagonistas durante estos días del más sublime espectáculo inspirado por la religiosidad popular que se ha venido transmitiendo de generación en generación a lo largo del tiempo.

Documentadas ya en el siglo XVII, tuvieron su mayor apogeo en las procesiones del Barroco. Sin embargo, la influencia del pensamiento ilustrado que ya desde las últimas décadas del 1700 había influenciado de manera notable en las élites de sociedad, haría que los distintos prelados de la diócesis intentasen despojar a las procesiones de Semana Santa de estas figuras y teatralizaciones que llegaron a considerar inapropiadas e incluso grotescas. De este modo, a principios del siglo XIX muchas de ellas acabarían desapareciendo debido a las prohibiciones referidas como al enfriamiento que se dio en las celebraciones de Semana Santa. El resurgir de la etapa isabelina, en la segunda mitad de la misma centuria, recuperó nuevamente a las figuras bíblicas en los desfiles procesionales, aunque no sería ya hasta el siglo XX cuando vuelvan a aparecer de forma consolidada Evangelistas, Virtudes, Apóstoles y Profetas que junto a Pilatos, Herodes, el Judío errante, las Tres Marías y los personajes que participan en la representación del Sermón del Génesis (Adán, Eva, el Ángel el Paraíso, Abrahám e Isaac, popularmente conocido como «costalico romero» por las ramas de este arbusto que carga sobre sus espaldas), conformarán el nutrido elenco que cada año recorre las calles de la localidad en los distintos cortejos procesionales.